Esta
receta es la típica del pisto manchego con su tomate, cebolla y pimientos. Pero
creo que le he puesto un punto de altura a este clásico.
Para
4 personas, 2 kilos de tomates ya maduros, 4 pimientos rojos de esos cascudos,
con carne, vaya, y dos buenas cebollas, si son de esas dulces de Figueras mejor.
4 yemas de huevo, sal, 4 cucharas de AOVE, 4 cucharadas soperas de azúcar.
Hemos
asado los pimientos al horno, durante 1 hora a unos 160 grados, con unas gotas
de aceite. Una vez asados, los hemos limpiado de pepitas y de piel, y recortamos
con los dedos a tiras y reservamos, con todos sus jugos.
Por
otro lado, en una sartén, con dos cucharadas de AOVE, freímos los tomates a
fuego medio, a los que antes le hemos quitado la piel, con cualquiera de los
procedimientos conocidos, con un cuchillo, puntilla, o bien escaldados en agua,
sobre un minuto y luego al agua helada con dos cortes en el culo en cruz, se
pelan de maravilla. Como los tiempos de cocción del tomate y la cebolla para mí
son distintos, en otra sartén, y con otras dos cucharadas de AOVE, pochamos las
cebollas, cortadas en juliana, a fuego muy flojo, a unos 80 grados máximo, que
se cuezan en su propios jugos, sin sal ninguna, tenemos que dejarla
transparente sin que lleguen a dorarse.
Por
partes, tenemos la cebolla ya pochada, los pimientos reservados en tiras con
sus jugos, y el tomate terminando de hacerse. Lo probamos, veremos que tiene un
punto de acidez, salamos, y le añadimos las cucharadas de azúcar, seguimos cocinándolo
añadiendo en este momento los pimientos y la cebolla. Cocinamos por 15 minutos
más, probamos de nuevo, nos tiene que saber a un punto dulce, nunca ácido.
Presentamos
en un plato y le añadimos en ese momento la yema de un huevo, ojo solo la yema,
sin la clara, se cocinará lo justo con el calor del pisto, le añadimos una sal
negra mineral. Le da ese punto que a muchos nos gusta en la yema.
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