Para
2 personas 300 gramos de un buen solomillo de ternera, 200 gramos de jamón serrano,
dos cucharadas de AOVE, dos hojas de laurel, unos cuantos granos de pimienta
negra, sal, medio litro de vino blanco, tinto, rosado, cualquiera que tengamos
a mano, medio litro de caldo de carne. Tres patatas y el cariño que le ponía mi
abuela Josefa, algo casi imposible de conseguir.
En
una sartén con una cucharada de AOVE, sellamos la ternera, una vez fileteada, salada
ligeramente, un par de minutos por cada lado y reservamos.
En
esa misma sartén salteamos el jamón serrano al que hemos cortado en dados muy
pequeños, o en tiras alargadas también pequeñas, al gusto. Añadimos el vino que
reducimos ligeramente para que pierda el alcohol.
Pasamos
todos a una cazuela lo suficiente grande para añadir el caldo, la carne
reservada, las dos hojas de laurel y los gramos de pimienta, y a cocer a fuego
lento durante un par de horas. Hay que reducir todo el caldo para que quede una
salsa muy ligera, sin espesar. El jamón ya le dará el punto de sal.
Servimos
acompañada de unas patatas cortadas en cuadrados y fritas a fuego lento.
Los
puristas dirán que la carne mechada, debe ser de cerdo, y meter dentro el jamón,
el tocino o cualquier otra cosa, y cocer. Pueden llevar razón, claro. Pero mi
abuela la hacía así, y es más, la llamaba de esta forma y como es su receta, es
un homenaje a ella. Y mucho amor.
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